miércoles, 1 de julio de 2009

Sorprendido no. Triste.


Quizá la pasada elección cuyos resultados parecen sorprendentes o al menos inesperados, no los sean tanto. Qué quiero decir con esto: si hacemos un fugaz paneo retrospectivo sobre el itinerario de Néstor Kirchner en la política nacional y su relación con el siempre bastardeado aparato pejotista sino fue mala, al menos fue conflictiva y nunca pudo correr de la escena a su enemigo mentor. Es decir, sospecho que el compañero Néstor nunca supo, quiso o pudo dar en el más pragmático de los términos de la política peronista. Dar plata y cuotas de autonomía a los que se encargan, también, de la tarea de repartir. A cambio, claro está, de fidelidad y suficiente compromiso.
Si lo último ha sido así, considero, obedece a la sencilla razón de que el 22% de los votos que catapultaron a ese ignoto pingüino a la presidencia en 2003 le parecieron insuficientes para negociar y establecer un vínculo con un elenco estable siempre presto a meterte la mano en todos los bolsillos posibles, y su refugio primero fue la llamada y difunta “transversalidad” desde donde fue acusado, además, hasta de no cantar la marchita. Quizá para la elección de medio término de 2005 y para la última presidencial, fue suficiente la legitimidad de gestión que el ex presidente supo conseguir. Recordemos que abandonó su mandato presidencial con algo del 70% de imagen positiva mostrando que el poder no se construye sólo con votos. Pero esa construcción, entiendo, siempre estuvo semi renga, media coja de peronismo visceral; ese artefacto tal vez fundamental para la noble tarea de dar y capear momentos difíciles.
No voy a enumerar aquí los logros, avances y expectativas que hacen al por qué apoyé y sigo apoyando a esta gestión de gobierno. Pero eso no implica que no podamos ver como en poco más de un año el gobierno se fue divorciando de las clases populares que, en esencia, son peronistas. Ellas (nosotros), no tuvimos incentivos suficientes para movilizarnos durante el conflicto del campo y fuimos derrotados, incluso, en la calle. Toda una señal. ¿Qué incentivos tendríamos para movilizarse ahora en un contexto signado por la incertidumbre? Acaso un gobierno que se arrogó el apoyo y la representación de los trabajadores y los sectores humildes debió responder con mayor solvencia a sus miles de demandas y no sólo quedarse en sus muchos gestos y discursos de buenas intenciones. Podrán anteponerse motón de atenuantes -todos atendibles- en relación a la derrota, como el rol de los medios masivos, el poder del enemigo, la crisis internacional e incluso el dengue chancho por enumerar algunos. Pero, por lo que a mí concierne, Néstor no supo dar y esta fue la venganza de los pobres.

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